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Por fin la encontré... Entrevista perdida

  • Foto del escritor: Francisco Javier Ovalle Reinoso
    Francisco Javier Ovalle Reinoso
  • 13 dic 2021
  • 20 Min. de lectura

EL GOLPE NAVAL DE 1973


En 2013, cuando se cumplían 40 años del Golpe de Estado de 1973, comenzamos a promocionar un reportaje especial sobre ese acontecimiento en la radioemisora donde trabajaba.


Preparando ese reportaje especial, que denominamos, “EL GOLPE NAVAL QUE CAMBIÓ LA HISOTRIA DE CHILE”, para contextualizar que fue en Valparaíso y en el seno del alto mando de la Armada donde se gestó en consecuencia el derrocamiento de salvador Allende, los avisos comenzaron a salir cada día a partir del 2 de septiembre. En la tarde del día 3, desde la recepción me avisaron que una persona que había escuchado el anuncio del reportaje especial, decía tener antecedentes del golpe de estado de 1973.


En ese momento, concentrado en editar el material y apremiado por el tiempo, debo reconocer que el llamado me incomodó. Sin embargo, la “Vieja Escuela” dice que nada puede descartarse y que la premura de tiempo solo da paso a mas agotamiento y siempre, siempre, algo nuevo puede salir de una conversación, así es que bajé a la recepción de la radio y allí lo encontré, un hombre de pelo cano, contextura delgada, que amable pero firmemente estrechó mi mano en el pequeño hall de acceso.


La entrevista la había perdido entre varios archivos y hoy la encontré y para que no se vuelva a perder, la comparto.


– Mucho gusto, mi nombre es Víctor Manuel, fui miembro de las juventudes comunistas en Valparaíso y fui uno de los primeros detenidos en Chile, sobreviví y quiero contarte mi historia.


Esa frase, simple y directa, abrió el natural apetito periodístico. Lo invité a la sala de redacción para ver que tenía que contar y no más de cinco minutos, fue tiempo suficiente para darme cuenta que tenía enfrente una página interesante de la historia de ese 11 de septiembre, y que de alguna manera u otra ese relato podría ratificar algunos hechos, desmitificar otros y remover más de alguna fibra que hasta ese momento estaba quieta.


LA ENTREVISTA


· ¿Lo hacemos con nombre y apellido? Le pregunto.

· Sí, no hay problema, soy Víctor Manuel Cortés Martínez.

Y así comienza el relato…

Víctor Manuel Cortes Martínez, para el año 1973, era miembro de las juventudes comunistas, se desempeñaba como encargado de deporte y recreación del comité local marítimo portuario. Trabajaba precisamente en EMPORCHI, Empresa Portuaria de Chile.

En esas condiciones lo sorprendió el Golpe de Estado, pero no el 11 de septiembre de 1973 como dicen los libros de Historia, sino la noche del lunes 10.


Por la crisis del pan y la harina, recuerda, el Gobierno de la Unidad Popular había impulsado la compra de una cantidad importante de trigo.


Esto es refrendado por datos históricos, que dan cuenta que el primer año de gobierno de Salvador Allende el desempleo alcanzó un escaso 3.8%, el PIB, Producto Interno Bruto, aumentó a 8,6 %, la inflación bajó de un 34,9% a un 22.1% y los índices de producción industrial había aumentado a un 12%.


No obstante, para que estas cifras se lograran, el Gobierno había aumentado la emisión del dinero de la época, el “Escudo”, en mayor cantidad de la que podía respaldar el Banco Central.


Esta política aplicada, por el Ministro de Economía Pedro Vuskovic, hizo que la moneda perdiera su valor y derivara en una inflación que llegó a superar el 140%. Como resultado, las mercancías se vendían a un precio fijo, lo que derivó en que los productos de la canasta básica se transaran en el mercado negro debido a su escasez. Así surgieron la Empresa Nacional de Distribución y Comercialización, que intentaba proveer al comercio mayorista de estos productos esenciales y, luego, las Juntas de Abastecimientos y Precios, JAP, las que se ubicaron en los barrios y vendían al precio oficial dichas mercaderías, con un tope por persona o familia, esto para asegurar el abastecimiento equitativo dentro de la población.


A esto, se sumaban los rumores que la derecha estaba instigando un golpe de estado, por lo que habría articulado que se escondiera mercadería, para generar una sensación de crisis,por lo que las medidas aplicadas, en vez de combatir el mercado negro, lo aumentaron.


En ese contexto, el Gobierno adquiría gran cantidad de trigo para hacer harina, el que era desembarcado en Valparaíso.


Con el Gobierno de Salvador Allende, además, se potenció la sindicalización, lo que suponía le daba gobernabilidad al pueblo y a sus trabajadores. Por esos días los diferentes sectores asalariados estaban en manos de los sindicatos de diversos partidos.


Víctor Manuel recuerda que el sindicato de “grueros” (operadores de las grúas del puerto, que atendían en el espigón) era de una tendencia demócrata cristiana. Debido a la crisis, al paro que habían generado los camioneros meses antes y a la sensación de inseguridad, los operarios no querían descargar los buques, si no se les garantizaba transporte a sus domicilios.


Eran cerca de las 21:00 horas del lunes 10 de septiembre, cuando según recuerda Víctor Manuel Cortés, el sub-administrador del puerto en esa época le pidió a modo de favor y, considerando que conducía un vehículo de la empresa, que fuera a dejar a los “grueros” de turno a diferentes sectores de la región, Villa Alemana, Cerro Jiménez, Playa Ancha y Cerro Barón. Y así ocurrió. El primer grupo salió con Víctor Manuel a los lugares más cercanos poco después de las 21:00 horas. Luego al regresar a buscar al segundo grupo, se ubicó al lado del Muelle Prat, hacia el sector de la puerta principal, lo que es hoy el sitio número 5 en el actual el terminal pacifico sur.


Eran pasadas las 22:00 horas del 10 de septiembre de 1973 cuando un guardia de casco verde, con un “walkie talkie” colgado al pecho (equipo radial de telecomunicaciones), se acerca titubeando y mirando hacia ambos lados del puerto, como para asegurarse de que nadie lo escuchara

- Oiga amigo… ¿usted es comunista, verdad? preguntó el marino.


– Si, contestó Víctor Manuel - con cierto grado de soberbia, considerando que en esa época, con el ímpetu que le daba la juventud de sus 26 años, ser miembro del partido que llevó a Allende a la Victoria, era un real orgullo.

– Le doy un consejo - agregó el marino sin dejar de mirar a todos lados del puerto - escóndase. Se está devolviendo la Escuadra, va a haber golpe. Operación Cochayuyo se llama, acabo de escucharlo aquí en la radio, le dijo el marino, mientras tocaba el aparato que llevaba en el pecho.


La escena, y el breve dialogo, no llamaron mucho la atención de Víctor Manuel, excepto por el extraño nombre que había escuchado, “Operación Cochayuyo”. Sinceramente, recuerda, “yo pensé que me estaba tomando el pelo”.


LA OPERACIÓN COCHAYUYO


Con el pasar de los años, los antecedentes históricos corroboran que la Armada efectivamente llamo a ese plan distractivo de la Escuadra Nacional, el que marcaría el inicio del levantamiento armado, como la “Operación Cochayuyo”.


En septiembre de 1972, el entonces, Vice Almirante José Toribio Merino Castro, había alcanzado el cargo de Comandante en Jefe de la Escuadra Nacional y en 1973, había sido nombrado Comandante en Jefe y Juez Naval de la Primera Zona Naval


Efectivamente, la noche del 10 de septiembre, según los antecedentes históricos, la Escuadra Nacional zarpó desde Valparaíso para unirse, supuestamente, a la Operación Unitas (ejercicios conjuntos entre la marina de Estados Unidos con las Armadas de otros países principalmente latinoamericanos), pero todo se trató de una maniobra para “despistar” al Gobierno, sobre un posible levantamiento armado.


Sin embargo, a diferencia de lo que plantean algunos historiadores que indican que la Escuadra se devolvió sigilosamente la madrugada del 11 de septiembre, según el recuerdo de Víctor Manuel, esto ocurrió cerca de las 22 horas del día 10 de septiembre de 1973.


Tras ese fugaz encuentro, con el marino de guardia en el Puerto, Víctor Manuel reflexionó y recordó que cerca de las 22.30 de la noche, cuando se dirigía precisamente al recinto portuario a buscar al resto de los “gruéros”, se habían sentido explosiones en “La Vía Sur”, empresa de transportes estatal de la época en Valparaíso, en las inmediaciones de calle Rodríguez con Pedro Montt, a pocas cuadras del Parque Italia, donde coincidentemente se encontraba también la sede del comité regional del Partido Comunista, en el edificio donde actualmente se ubican el Círculo de ex oficiales de Carabineros, por calle Independencia.


De ese “bombazo”, recuerda Víctor Manuel, vio algunas personas correr por Avenida Pedro Montt, vestidas de negro y con gorros. Con el tiempo y atando cabos, sospecha que ese bombazo estuvo ligado al regreso de la Escuadra y a la llamada Operación Cochayuyo, donde el atentado podría haber sido una especie de señal o alerta de lo que se vendría horas después.


En esos años ajetreados y de alta candencia social, todos los lunes se reunía la estructura del comité regional de las juventudes comunistas, y ese día 10 de septiembre, Víctor Manuel se había ofrecido para llevar a los dirigentes que tampoco tenían locomoción, hasta sus hogares. En esos viajes comentó con varios de ellos lo que había escuchado en el puerto, pero ninguno tomó enserio sus palabras, excepto Juan Orellana, en aquella época, dirigente regional de la JJCC, quien lo invita a su casa a una cena, donde nuevamente se toca el tema de la contingencia nacional.


Allí Cortés aprovecha de contar el extraño episodio de este supuesto retorno de la Escuadra, y de la presunta “Operación Cochayuyo”, que estaba en curso y, del cual le había alertado el marino de guardia.


En aquella época los rumores de un Golpe de Estado eran casi el pan de cada día, sumado a los ataques, que el movimiento de ultra derecha Patria y Libertad presuntamente estaba realizando en el País, donde varias sedes de partidos y sectores afines a la Unidad Popular, habían sido blanco de atentados. Esos ataques derivaron en que los militantes de izquierda se organizaran para hacer guardias armadas en los respectivos edificios de sus sedes.


Así, Víctor Manuel fue invitado por Juan Orellana, a quedarse en la sede del Comité Regional de calle Independencia, hasta donde llegaron después de la medianoche.


Juan Orellana, según Víctor Manuel, realizó un llamado telefónico al comité central del PC en Santiago, alertando del Golpe en Valparaíso a eso de 01:00 de la madrugada (todo en base al relato que el mismo le había hecho de la improvisada confesión del marino de guardia). Ese llamado telefónico esta relatado en varios documentos de la época, pero hasta ahora no se tenía certeza de quien había entregado la información de que el golpe ya se estaba iniciando en Valparaíso la noche del 10 de septiembre y no la madrugada del 11, como se pensaba hasta hoy.


Víctor Manuel recuerda que ese día en la sede comunista prepararon fideos con salsa. Allí volvió a contar su experiencia con el marino, esta vez a los militantes que estaban de guardia, pero dice que nadie le creyó, incluso recuerda que tuvo una fuerte discusión con uno de ellos.


Cansado, producto de la extenuante jornada, Víctor Manuel dice que se acomodó en un sofá en el segundo piso del edificio, se tapó con unas cuantas frazadas y entró en un sueño profundo.


De pronto, es despertado por fuertes ruidos, sintiendo que el edificio prácticamente se movía entero. Uno de sus compañeros lo toca en el hombro, lo despierta y le grita “allanamiento”. En fracción de segundos, Víctor Manuel vio pasar en su mente la escena del marino de guardia en el puerto e incorporándose del sofá de inmediato respondió:


- No, no es allanamiento, es Golpe de Estado.

A través de la ventana del segundo piso se pudo apreciar que el Parque Italia de Valparaíso estaba rodeado por efectivos navales, armados con fusiles y apuntando hacia el edificio, todo mientras un camión en reversa con la parte trasera, daba fuertes golpes a las puertas de acceso de la sede.


En este punto, es necesario mencionar, que algunas versiones por años han mencionado que el allanamiento a la sede comunista en Valparaíso, había sido la madrugada del 11 de septiembre y que se utilizó una tanqueta, lo que es descartado rotundamente por Víctor Manuel, quien asegura que desde la ventana superior, a no más de 3 metros, pudo ver en el vehículo en cuestión, el logotipo de Siducam, Sindicato de Dueños de Camiones.


El camión logró derrumbar la puerta de acceso, Víctor Manuel intentó escapar por una de las ventanas posteriores junto a Juan Orellana, pero ya era imposible. Se escuchan unas ráfagas de ametralladora, cuando casi de forma inmediata, entre los gritos y disparos, un marino le pone la trompetilla del fusil en la cabeza.

– Alcancé a ver un reloj de pared que marcaba las 3:10 de la madrugada, recuerda Víctor Manuel.


LOS PRIMEROS DETENIDOS


Los sacaron a todos de la sede, eran alrededor de 22 horas, entre dirigentes y militantes. Los subieron al mismo camión, boca abajo, pudiendo ver a penas, entre los pocos reflejos de luz que llegaban del alumbrado público, las botas de los marinos.


El camión se movía de un lado a otro y en las esquinas los detenidos se bamboleaban, también, de un lado a otro, como carga sin estibar.



Víctor Manuel calculó por el tiempo de viaje y por lo poco que podía ver levantando la vista, que iban en dirección a Playa Ancha, pero al llegar a Avenida Altamirano, el camión giró hacia el interior del Molo de Abrigo.


Cuando el vehículo se detuvo, a punta de gritos y encañonados por varios fusiles que les apuntaban, los hicieron bajar, al tiempo que les ordenaban sacarse los cinturones y los cordones de los zapatos.


Víctor Manuel de pequeño era un amante de los barcos, desde lo alto de los cerros se había criado mirando a la bahía y el movimiento portuario, luego con su trabajo en el puerto, aprendió más sobre las embarcaciones, por eso, aun cuando era de madrugada, pudo darse cuenta que serían subidos a bordo del “Maipo”. El Maipo fue uno de los dos buques, que la Compañía Sudamericana de Vapores puso a disposición de la Armada, para que se trasladaran prisioneros. El otro buque fue el Lebu.


Uno de los compañeros de Víctor Manuel, le dice, mientras van caminando por el molo de abrigo en la fila hacia la escalerilla del buque “relegación compañero, relegación”. La relegación consistía en enviar a los detenidos a algún lugar apartado y extremo del territorio, sin que perdieran, supuestamente, su libertad. De hecho el exilio y la relegación fueron dos de las prácticas que tuvo la dictadura, las que se consideran también como violaciones a los derechos humanos.



Los trasladaron a la bodega del buque, cuando llegaron, ya no cabía más gente, estaba llena, no había ni siquiera donde sentarse. Allí, poco a poco se fue dando cuenta de que en el mismo lugar estaban detenidas personas de distintas agrupaciones afines a la Unidad Popular, entre ellos, algunos trabajadores de la desaparecida KPD, una empresa constructora de viviendas sociales que se estableció en Chile en 1972, tras una alianza entre el Gobierno de la Unidad Popular y la Unión Soviética.


La KPD se instaló en Belloto Norte en la comuna de Quilpué, cerca de la Base Aérea de El Belloto y en ella solo trabajaban obreros militantes de los partidos comunista y socialista. Esta fue la única fábrica de este tipo en América y según rescató posteriormente el documental de Andrés Brignardello, “KPD: Una escena de la Guerra Fría en Chile”, con esta alianza se lograron construir una serie de conjuntos habitacionales en Villa Alemana, Viña del Mar y Quilpué, hoy Provincia de Marga Marga.


Cortés cuenta un hecho que también le llamó la atención. Al Buque no solo llevaron detenidos a partidarios del gobierno de la UP, sino también, a algunos detractores. Recuerda que había un grupo de personas del sector de Laguna Verde, de la población Chilectra, que siempre se caracterizó por ser opositor a Allende, sin embargo tras el Golpe, según los mismos detenidos relataron, estaban celebrando el derrocamiento del Gobierno cuando los marinos de todas formas los detuvieron y los trasladaron al Maipo.


Entre los detenidos destacaban, además, un grupo que estaba “pelado al cero”, es decir, les habían rapado el cabello. Se trataba de jóvenes que habían logrado llegar, desde el sector Santa Inés de Viña del Mar al cementerio del mismo nombre y, que acompañaron el improvisado funeral del Presidente Salvador Allende que había muerto en La Moneda al medio día y trasladado en el más absoluto silencio hasta la ciudad jardín.


Con el pasar de los años, algunos horarios y días, se confunden en el relato de Víctor Manuel, porque según él, el funeral de Allende se realizó el mismo día 11, sin embargo los antecedentes históricos dan cuenta que el día 12 fue trasladado, bajo estrictas medidas de seguridad desde Santiago, a la bóveda familiar, del Cementerio Santa Inés de Viña del Mar.


A pesar de estas diferencias, la declaración de Víctor Manuel Cortés no deja de tener certezas en hechos concretos y generales, que ocurrieron a bordo del Maipo, los que también han sido refrendados por las declaraciones recogidas de otros sobrevivientes de la época, por ejemplo, el hecho de que había tantos detenidos en la bodega del Buque, que era casi imposible sentarse o acostarse a dormir.


Muchos, sino la mayoría, de los detenidos no durmieron en, al menos dos días o más, y los que pudieron hacerlo se turnaban para agacharse en forma intercalada a descansar.



Otro relato que es coincidente, con otras declaraciones, es que desde la pequeña escotilla los marinos lanzaron, cerca de las 22:00 horas, dos cajas hacia el interior de la bodega, las que se rompieron al caer al piso. Esto desparramó por el piso de metal un montón de tallarines recocidos. Víctor Manuel lo describe como “una mazamorra, similar a una miga de pan batido (marraqueta o pan francés) apretada”.


Un profesor detenido no pudo ni siquiera probar esa comida, a pesar de la insistencia de Víctor Manuel, que le decía que ante la incertidumbre de no saber qué pasaría, ni cuantos días estarían detenidos, era necesario alimentarse aunque fuera con ese tipo de cosas.


EL PLAN DE ESCAPE


Víctor Manuel dice que le sugirió a Orellana, la idea de intentar escabullirse por el sistema de ventilación o del aire acondicionado del buque, con eso, Cortés, que conocía la estructura de los buques, aseguraba que podían llegar a la sala de máquinas. Juan Orellana no quiso acceder a ese ofrecimiento y continuaron detenidos.


Cortés recuerda, que entre murmullos, escuchó a un grupo de detenidos comentar a sus espaldas, que esas ideas de fuga eran producto de alguna deficiencia mental, por lo que en ese momento decidió planificar un escape individual.



La primera acción fue sentarse en una cuaderna, que es una de las vigas o “costillas” del buque y que se utilizan además para que la estiba de la carga quede segura. Con los conocimientos militares que había adquirido cuando cumplió con en el Servicio Militar el año 1966, reflexionó que una de las primeras enseñanzas que tuvo era dominar desde las alturas y analizar detenidamente si podía contar con alguien más para concretar el escape.


Así solo pudo confirmar que eran en su mayoría obreros y trabajadores, y que el único que tenía el peso político suficiente, y la preparación adecuada para tal empresa, era Juan Orellana, quien ya había desistido de la idea.


La noche siguiente, recuerda Víctor Manuel, se abrió la escotilla de la bodega en la parte superior, la boca de bodega como se llama desde donde escuchó la voz de un marino que gritó hacia abajo:

-“¡Los que están por toque de queda!”-


De forma automática pensó que esa era su oportunidad y casi como por instinto se colocó en el primer puesto de la fila, en la base de la escala caracol que conducía al exterior.


Al llegar a la cubierta del Buque, se habían emplazado dos o tres improvisados escritorios, donde se realizaban los interrogatorios que eran hechos por Oficiales de la Armada, según recuerda, porque sus vestimentas y el tono de voz, eran distintas al resto de los uniformados.

Providencialmente se encontró con un marino que lo conocía, el que le preguntó sorprendido porque estaba ahí. Víctor Manuel, a pesar de la cercanía con este uniformado, urdió una muy buena excusa.


- Venia del trabajo y me detuvieron en el toque de queda. Yo no sabía lo que pasaba- fue su respuesta, la misma que entregó cuando le tocó el turno del interrogatorio y de la que se afirmó durante toda su estadía en el Maipo.


Otro marino, que al parecer también lo conocía, le increpó para que entregara antecedentes sobre dos familiares, Claudina y Mónica Moreno Cortés (buscadas por ser sospechosas de pertenecer al movimiento Mapu) pero Víctor negó rotundamente la relación.


Al ser consultado por su domicilio, que era cercano al de las mujeres que buscaban, hábilmente dijo que los pasajes y callejones del sector estaban mal distribuidos. “Primero está la Progreso, después Vista Hermosa, la Calle Cuatro y después, más abajo está el 26, que ustedes buscan”.


La versión fue convincente y el marino la creyó. Así consiguió, dice, la ansiada libertad.

POR 5 MINUTOS

El Oficial, vio su reloj y le dijo, - No te puedes ir, faltan cinco para las seis de la tarde y empieza el toque de queda de nuevo.


(Aquí, se genera otra inconsistencia en el relato de Cortés, ya que el toque de queda se iniciaba a las 19 horas y no a las 18, como el aseguraba, pero es entendible considerando que han pasado, a la fecha de la entrevista, 40 años).


A pesar de la insistencia, el marino no lo dejó salir del buque, argumentando que en cinco minutos no alcanzaba ni siquiera a salir del Molo, por lo tanto debió pasar otra noche a bordo, pero como ya se había establecido que él estaba detenido por “Toque de Queda” y no por relación política, lo enviaron al sector entre puente, donde incluso le facilitaron una frazada, recuerda.


En ese lugar había pocos detenidos, no más de 5 o 6 personas, que al parecer, eran los que ya habían pasado por el interrogatorio.

El entrepuente no estaba totalmente cerrado, la puerta estaba a pique, a medio cerrar. Ninguno de ellos emitió palabra alguna, se notaba que todos desconfiaban de todos, dice Cortés.


Entre la noche y la amanecida del 13 de septiembre, recuerda que había un detenido de contextura delgada, alto, al que bajaban y subían de la bodega, en reiteradas oportunidades. Otro de los detenidos, un hombre de mediana edad, que vestía terno, pero que no llevaba corbata, al parecer porque se la habían hecho quitar junto a los cordones de los zapatos y al cinturón al abordar el buque, le cuenta a Víctor Manuel, que ese hombre era un compañero de trabajo. Se trataba de dos funcionarios de la Superintendencia de Aduanas.


A eso de las 6 o 7 de la mañana, del día 14, la niebla costera abrazó el puerto y el frío matinal se hizo sentir con más fuerza en el entrepuente del Maipo. Víctor Manuel recuerda que los pocos detenidos que estaban en ese lugar lograron conciliar el sueño, tratando de acomodarse sobre los paneles o en el suelo.


De pronto escucharon desde la boca escotilla, en la parte alta, el grito firme de otro marino, al parecer también un oficial por la voz de mando que tenía, dice Cortés.


- ¡Que se creen, que están en el Refugio de Cristo, arriba, levantarse y al trote, maaarrrr!.


La orden los hizo incorporarse y comenzar a trotar, dando vueltas por el reducido espacio. De pronto la fila de detenidos trotando se detuvo, y ese hombre alto al que “le habían dado duro”, según las palabras de Cortés, miró hacia arriba ,adonde se encontraba el marino y le grito

- ¡¡¡Adiós re-concha de tu madre!!!,lanzándose por una escotilla que estaba abierta.


El resto de los detenidos se abalanzaron al borde del agujero, pero solo alcanzaron a ver, brevemente, al hombre que yacía tendido en el frío piso de metal del Maipo porque tan rápido como había ocurrido el hecho, raudamente algunos marinos, alcanzaron a bajar y con los fusiles en sus cabezas los obligaron a retroceder.


Víctor Manuel volteo la mirada y le dice, al hombre de terno sin corbata


– Era su amigo, puta que la cagó con haberse tirado

– Es que cada ser humano tiene su límite - fue la escueta respuesta del hombre.



Con el tiempo, Víctor Manuel supo que el hombre alto que se había lanzado por la escotilla del Maipo, era Luis Enrique Sanguinetti Fuenzalida.


Este caso fue analizado por la comisión Rettig, donde da cuenta que estuvo detenido en el Maipo en las bodegas, fue sometido a diversos interrogatorios y torturas y, se cree, que fue sacado del Maipo en más de una oportunidad para ser trasladado al Buque Escuela Esmeralda, donde también era torturado.


Luis Sanguinetti Fuenzalida tenía 38 años, militaba en el partido socialista y era profesor universitario. Tal como lo relata Víctor Manuel, trabajaba en la aduana, pero no era un simple funcionario, se trataba del Jefe del Departamento de Investigaciones de esa repartición pública. Sanguinetti, según se ha acreditado, hizo carrera en aduanas y fue designado jefe de investigación aduanera por el gobierno de la Unidad Popular.

El año 1972 logró desbaratar una red de tráfico de cocaína en el norte del país, caso en el que se vieron involucrados militares y personeros del poder judicial. Víctor Manuel recuerda que le preguntaban constantemente “donde estaban las armas”.


Estas investigaciones al parecer le valieron el odio de algunos uniformados, que se vieron inmiscuidos en el escándalo del norte.


Víctor Manuel recuerda, que varios años después, se encontró con Katrina Sanguinetti, ex concejal de Valparaíso y ex Directora Regional de Turismo, y le contó que había estado detenido en el Maipo junto a su padre, Luis Sanguinetti. Cortés dice que la mujer no quiso seguir hablando y se fue, posiblemente para no revivir el dolor.


Ese episodio, volvió a dilatar la salida de quienes habían sido dejados en libertad. El buque, tras la muerte de Sanguinetti, se convulsionó y los oficiales ordenaron dar de comer algo diferente a los detenidos, quizás para apaciguar la conmoción que había provocado el hecho. “Nos dieron un plátano y un pan”, recuerda Cortés.


Con el pasar de las horas, casi entrando de nuevo en desesperación, aprovechó un momento de relajo en el buque y le gritó, preguntando al marino que lo conocía, cuando saldrían. A los pocos minutos, ese uniformado, dio la orden de que fuera sacado de la bodega del entrepuente, donde se mantenían tras la muerte de Sanguinetti,


- Ya, ahora te puedes ir - Le dijo el marino



EL ETERNO MOLO DE ABRIGO


Víctor Manuel descendió casi por inercia del Maipo. Ni siquiera quiso mirar atrás. La caminata desde el sitio de atraque, donde estaba el Buque, hasta la salida del Molo, se hizo eterna.


Cuando llegó a la barrera de control, se encontró con su madre que lo estaba esperando, la única de su familia que no perdió las esperanzas de verlo con vida.


Según relata Cortés, cuando se supo del golpe y del allanamiento a la sede comunista, toda su familia lo dio por muerto, excepto su madre, de sangre mapuche dice, la que casi, instintivamente, iba a esperarlo todos los días posteriores al 11 a las afueras del molo, sólo haciéndose eco del rumor que corría y que indicaba que los detenidos de la sede comunista estaban en el Maipo.


Cuando Víctor Manuel, vio a su madre, la emoción se mezcló con la indignación por lo que había vivido a bordo del Maipo. Así comenzó de inmediato a denunciar lo que estaba pasando, las torturas, los vejámenes, la muerte de Sanguinetti. Así, apenas los marinos de guardia lo escucharon, se acercó un Sargento y lo amenazó con volver a detenerlo, si continuaba hablando de lo que estaba pasando en los buques.



LA BALACERA


Eran cerca de las 16 horas, del día 14 de septiembre, cuando Cortés llegó a su casa. Según su relato y sus recuerdos (los que en este caso difieren de otros que analizaremos más adelante), casi a esa misma hora se produjo una balacera prácticamente en todo Valparaíso. De este, casi olvidado episodio de la historia porteña, hay pocos registros, a excepción de una publicación hecha por el Diario El Mercurio, el día 15 de septiembre:

“Varios comandos suicidas, integrados por elementos terroristas de extrema izquierda, en una acción debidamente coordinada, pretendieron ayer tomarse los cuarteles de varias unidades militares y de Carabineros de Valparaíso, lo que motivó una intensa balacera, cuya mayor intensidad se registró entre las 19 y las 21 horas, provocando una extraordinaria alarma pública en los barrios en que se originaron estos sucesos…”


Este, quizás sea el único respaldo periodístico de ese hecho, sin embargo, también existe una publicación más moderna, hecha por la Revista Faro, Revista Teórica del departamento de ciencias de la comunicación y la información de la Universidad de Playa Ancha, basado en el proyecto de Tesis de Grado de los alumnos de Periodismo José Miguel Burgos Bravo y Maryan Henríquez Ayala, donde se recopilaron testimonios y relatos de la época, para establecer históricamente, lo que había ocurrido ese día.


Víctor Manuel recuerda que cuando escuchó los tiroteos, prácticamente desde todos los puntos de Valparaíso, pensó que podría tratarse de un intento de toma del buque Maipo, para rescatar a los detenidos, lo que coincidía, según recuerda, con que a la misma hora en que la balacera tenía su punto más álgido, el buque zarpaba del molo en dirección norte.


Posteriormente y pese a los pocos antecedentes disponibles, se ha logrado establecer que la balacera efectivamente ocurrió en Valparaíso, y se trató de un intento de resistencia por parte de algunas facciones armadas de la izquierda leal a Salvador Allende, fijándose la hora de inicio entre las 18 o 19 horas.


Efectivamente, el Maipo Zarpó hacia el norte, en dirección a Pisagua, donde se estableció un campo de prisioneros, pero según los relatos y antecedentes históricos, a diferencia de lo que recuerda Víctor Manuel, el Maipo zarpó el día 15 y no el 14, el día de la balacera.


Víctor Manuel Cortés Martínez recuerda que su amigo Juan Orellana, después del Maipo, logro quedar el Libertad y se mantuvo en la clandestinidad, hasta que perdió contacto con él. Orellana luego fue detenido el 8 de junio de 1976, trasladado al centro de detención y tortura La Firma, desde donde junto a otros prisioneros los trasladaron hasta la Cuesta Barriga cerca de Curacaví en Santiago. Allí fueron siendo fusilados y enterrados. El Cuerpo de Orellana apareció en la década del 90, en ese lugar.


Víctor Manuel también se mantuvo en la clandestinidad, integrándose a algunas facciones armadas que pudieron reagruparse para combatir la dictadura, hasta que fue detenido y relegado en Chiloé, en la década de los 80'. Sus reflexiones, al final de la entrevista, no dejan de llamar la atención. Con un cierto grado de nostalgia y decepción, en sus palabras, me dice “habría que examinar a los del “polo revolucionario”. Es una contradicción; dicen no al lucro y varios son dueños de universidades y colegios”.


“Muchos políticos usan la frase “y en consecuencia”, si lo que menos tienen es ser consecuentes. Pero también habría que revisar las condiciones en las que nos dejaron a nosotros el 73. Nos dejaron solos, solos, ahí yo soy testigo de eso, solos, y aun así pudimos elaborar algo, y algo le quisimos hacer cosquillas a la dictadura, algo, pero no fue suficiente”. Cuando estuvo relegado en Chiloé, continúa relatando, “un joven me dijo “tanto que se sacrifican ustedes y van a llegar los huevones de afuera y van a perder”... No, le dije yo, no lo vamos a aceptar, pero así fue no más po’, nos pasaron la aplanadora”.


Víctor Manuel, en la despedida, me dijo, “publique todo, póngalo completo, ya no tengo miedo, use la grabación, pero no me llame, no me busque, con esto quiero terminar y cerrar un ciclo también para mí”. Desde ese día, cumplí mi palabra, perdí todo contacto con quien quizás fue el último de los sobrevivientes del Golpe Naval que cambió la historia de Chile.


NR: Un Víctor Manuel Cortez Martínez figura con el N°6615 de la Comisión Valech, reconocido como uno de los detenidos por los Agentes del estado en el marco de los primeros años de la Dictadura. "La Comisión ha reconocido la condición de víctima de prisión por razones políticas y de tortura a través de un proceso colegiado de evaluación de los antecedentes de cada caso en particular, dirigido a la identificación de elementos de juicio objetivos, que permitieran formarse convicción moral sobre dicha condición. Cada caso y cada detención fue objeto de un riguroso proceso de análisis que comprendió la validación de la información proporcionada por los declarantes por medio de investigación documental, antecedentes provenientes de organismos públicos, referencias de organismos de derechos humanos, de organizaciones de víctimas, información de testigos calificados, investigaciones en bases de datos disponibles y, en un número significativo de casos, mediante una segunda entrevista a la víctima o a testigos."

 
 
 

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