"Las herencias de mis Ex"
- Francisco Javier Ovalle Reinoso
- 13 dic 2021
- 7 Min. de lectura
“Todos en algún momento de nuestras vidas hemos sido o seremos el malo en la vida de alguien”. Así leí una vez en las redes sociales, lo que me dio pié a reflexionar y pensar en esos “alguienes” que han pasado por mi vida.
Claro, uno puede decir con esa vocación de víctima que tenemos los seres humanos que lo hemos pasado mal y hasta culpar a otros de nuestros errores, pero finalmente, más allá de esas legítimas elucubraciones , me puse a pensar en cuanto influyen nuestros ex en nuestras vidas y en cómo van a aportando para ir cambiando y modificando nuestro actuar.
Así es que por eso he titulado esta columna, como “Las Herencias de mis Ex”.
Mi primera polola o novia de juventud fue hace, … mmm,… hartos años,… harán unos 30 años atrás. R tenía 15 y yo 14. De unos hermosos ojazos verdes, pelo castaño ondulado y más bien rellenita, no era delgada ni menos “peloláis”. Con ella aprendí a descubrir mi cuerpo y el suyo, amparados bajo la sombra de unos frondosos árboles de la plazoleta del frente de su casa en Los Andes. Pololeabamos con permiso, de su mamá y de su hermano mayor. Con el trabajo que hago, de andar investigando noticias, aprendí a usar varias herramientas digitales, así es que la busqué en Facebook solo por la curiosidad de saber en qué y como está, (stalkear se llama eso por si acaso). La encontré, parece que tiene un hijo y digo parece porque solo pasé a mirar, no es mi intención remover el pasado, solo recordarlo.
Un día en mis recorridos por los cerros andinos encontré un cadaver de un pequeño conejito. Mi idea fue cortarle una pata, para la "suerte", pero no pude, asi es que fui por la cola. Llegué a mi casa, desarmé un llavero para usar la argollita y la cadenita. Con mucho cuidado transformé esa cola en mi primer regalo de artesanía, quizás de ahí viene mi gusto por regalar cosas hechas por mí a quienes estimo de verdad. Cuando se lo dí a R estaba feliz, aunque la cola aún tenía olor a conejo muerto. Sus ojitos de color brillaban. Estábamos con su mamá. Cuando ella feliz le muestra el regalo, la mamá me dice muy seria. “Así que le está ofreciendo la colita a mi hija o quiere que ella le dé su colita a usted” y lanza una tremenda risotada. Yo me puse rojo como tomate hervido y lo primero que pensé fue “cresta, me vieron corriéndole mano”. La señora seguía riéndose y me decía, “y más encima se pone rojo, parece que es verdad” y yo más y más rojo.
Con R nunca llegamos a nada más que tocarnos y su herencia sin duda fue aprender a ser agradecido de la vida, aunque a veces los regalos que nos traiga el destino vengan con olor a conejo muerto.
Después llegó M, con nombre de gitana. Casi vivimos juntos siendo un par de niños. Estábamos enamorados. M era distinta a R, obviamente. Tenía el pelo negro, una amplia y bella sonrisa. Era como su nombre, o como el origen de su nombre, libre, nómade, simple. También revisé su perfil y estaba igual. Parece que solo por mí pasaran los años porque a mis ex las veo igual, pero en fin. De M heredé su gusto por las cosas simples y sencillas y eso de no complicarse la vida a pesar de los problemas. En esos tiempos ella vivía en un campamento, era de muy escasos recursos, pero mantenía el piso de tierra de la mediagua limpio y casi como si estuviera encerado. Había un olor a hogar y a tierra mojada. Esa fue su herencia, enseñarme que no impporta el lugar para ser feliz, sino con quien y como compartes la tu felicidad.
Así llegó T. Bueno, T fue mi gran y único amor de juventud. Carácter fuerte, linda cara, un tremendo cuerpazo, literal. No era gordita, pero tampoco flaca. No le gustaba usar sostén, decía que le incomodaban. Para mí, hombre celoso en esos años, me complicaba un mundo que todos la miraran, sobre todo porque tenían harto que mirar. Su herencia fueron dos cosas importantes entre muchas otras. No mentir, siempre darle la cara a la vida y a los problemas, asumir los errores y tratar de enmendarlos. Por otra parte me heredó el gusto por Silvio Rodríguez y por The Doors. Un buen detalle ¿no creen? que sus gustos musicales reflejaran tal cual como era (o es) su personalidad, a veces dulce y melodiosa y otras fuerte y desenfrenada, dispersa, pero centrada en sus objetivos. Esa fue la mejor parte de su herencia. Con T no tengo necesidad de espiar sus redes sociales, seguimos siendo muy buenos amigos.
Ya en mi vida de adulto llegó M. Tierna, sumisa, carente de afecto y eso nos aferró por muchos años. Nostálgica y con un permanente recuerdo su gran amor de juventud (que no era yo obviamente). Pero esto es lo interesante porque a pesar de eso, de que sus pensamientos de vez en cuando viajaban a otros lugares, su corazón estaba conmigo. Esta fue su herencia, la lealtad, aprendí a ser leal con ella, aprendí a ser fiel. Y no hablo de esa fidelidad sexual, sino de algo más profundo, hablo de la fidelidad a la esencia más pura de los sentimientos. Leal y fiel a los compromisos y a no traicionar. De M heredé también el gusto por la música cebolla, porque aunque no le guste reconocerlo, escuchaba boleros. No sé si aún lo hace, yo creo que sí. Bueno, yo también lo hago de vez en cuando. Con M seguimos siendo amigos, de hecho hemos sido mejores amigos que pareja.
Al final llegó otra M. (aquí es donde me dí cuenta que las M han marcado parte importante de mi vida. ¿Curioso verdad?). Bueno de esta M heredé otras cosas también importantes. El escalar y conseguir los objetivos a todo esfuerzo aunque eso signifique sacrificar lo propio. Hay cosas positivas de M que yo no quise aceptar como herencia. Ella era tremendamente ordenada, planificada y aunque debo reconocer que más de alguna vez intenté serlo, no era lo mío. Yo vivo no más, no sirvo para los departamentos piloto, vivir en un lugar tan ordenado y tan perfecto no es para mí, yo prefiero un espacio aunque sea pequeño, pero que tenga olor a hogar, donde se note que allí se vive no que se existe. Esa es la diferencia entre vivir y existir, uno no puede sentir que existe, solo existe, pero si se puede sentir que se vive. Con M las cosas no terminaron bien, sin embargo, su herencia fue además de eso, mi gusto por el rock étnico como Mago de Oz. Nada que decir.
Aquí quiero hacer una mención honrosa. Por muy poco, pero muy poquito tiempo estuvo F. Por el tiempo quizás hasta ni siquiera cuente como EX, porque mis relaciones han sido bastante largas. Pero F no. Fueron sólo unos cuantos meses. Fue la primera relación que oficialicé después de años solo. Invité a mis hijas a tomarnos un café y les conté de F. Quizás fue como un presagio, pero les dije que estaba pololeando de nuevo. “No quiero criticas ni reproches ni nada. Probablemente me equivoque, pero su rol como hijas es apañarme y si me caigo, estar ahí para que me ayuden a levantarme, lo mismo que hago yo”. Duró poquito, pero fue intenso. Mismos gustos, mismos intereses, eternas charlas desde filosofía hasta de la inmortalidad del cangrejo, de cortes de pelo hasta de Freud y Van Gogh. El mismo gusto por los clavos viejos (si clavos oxidados), por recoger piedras de la calle y por los edificios derrumbados y por las antigüedades y por hacer regalos simples pero significativos. Cantaba en un Coro (igual como lo hice yo en algún pasaje de mi vida) Un día recorriendo un boliche antiguo encontró arrumbado por ahí en un rincón, un libro de música del año del Rey Perico. Le gustó. Eran las Cantigas de Santa María de Alfonso El Sabio. Parece que la señora no sabía que tenía un tesoro porque estaba muy barato. Lo quise comprar y F se negó, me dijo "ni se te ocurra gastar plata en esto, ¿para que? ¿para tenerlo de recuerdo de este momento? para lucirlo con los amigos? No tiene sentido.Este momento lo podemos recordar de otra manera." De F heredé la locura de vivir, de llorar si es necesario, de enfrentar la vida mirándola de frente y por sobre todo el feminismo, porque si bien siempre he sido respetuoso del rol de la mujer, después de F mi visión cambió radicalmente para mejor. Usaba el pelo corto para no seguir los estereotipos de la sociedad machista. Me auto-proclamo (que está tan de moda por estos días), como un feminista. Bueno, me regaló un collar de artesanía que hizo con una chuchería que recogió ese mismo día pero de la calle. No voy a hablar de quién está ahora a mi lado, porque no es parte de mis EX, pero si algún día lo llegara a ser, sin duda sería la sumatoria de todo y más y mejor. Aunque no sé si estará de acuerdo o qué pensará después de leer esta columna.
Entre R, M, T, M, M y F, hubo algunas otras ex sin mayor trascendencia, pero no menos importantes, lo cierto es que de todas aprendí algo. Cada una me ha ayudado a forjar y mejorar mi forma de ser. Ojalá que si alguna de ellas lee esto, sienta que hay un profundo respeto, cariño y agradecimiento, además que hay que reconocerlo, todas, para bien o para mal, tienen algo en común, YO y mis recuerdos. Y quizás sin saberlo también les dejé algo como herencia, vaya a saber uno, total como dije al principio, “Todos en algún momento de nuestras vidas hemos sido o seremos el malo en la vida de alguien”.
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