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El violín de Le' Baldoi

  • Foto del escritor: Francisco Javier Ovalle Reinoso
    Francisco Javier Ovalle Reinoso
  • 13 dic 2021
  • 13 Min. de lectura

No se si será conveniente publicar por acá este tipo de textos, pero finalmente como no tengo intención de ganar plata (aunque me gustaría porque harto que lo necesito) y el objetivo principal de este Blog es simplemente volcar esa inquietud pseudo literaria, aquí les dejo un cuento. Debo reconocer que tengo un cierto grado pudor e incomodidad en este preciso momento, no se como describirlo, ¿miedo? ...Así es que léalo bajo su responsabilidad... Quien logre descifrar algunos nombres, bueno, creo que debería preocuparse... Con afecto, Buenas Noches... 02 de febrero de 2019 *******************************************************************************************

El viaje en tren fue como una vuelta al pasado. Mientras iba sentado en el asiento del cuarto vagón de tercera clase, recordaba cuando de niño viajaba desde su pueblo hasta la costa. Siempre lo hacía en vacaciones para disfrutar de un solo día de playa. El viaje desde las tierras altas demoraba casi cuatro horas. El tren de pasajeros iba parando en cada estación, de esas que tenían letreros de madera pintados blancos con letras negras.


En las estaciones los vagones esperaban unos 10 minutos para luego seguir su marcha a la orden implacable del pitazo del maquinista. Vaaaaamonoooos!!!!!! y el tren lentamente comenzaba a tomar ritmo por las vías, hasta que se transformaba en un monótono solo de batería, de esos que hacen los músicos en sus conciertos.


El golpeteo de las pesadas ruedas al pasar sobre las uniones de los rieles generaban ese sonido y a un ritmo constante. Ahhh!!! pero cuando el tren pasaba un puente o un túnel, el sonido cambiaba levemente. Esas variaciones solo un oído experto podían diferenciarlas y Benjamín estaba dotado de ese oído privilegiado.


Mientras miraba por la ventana en dirección al sur a bordo del tren y mientras recordaba sus viajes a la playa, Benjamín pensaba en la gran oportunidad que tendría de poder estudiar música en el conservatorio de la Universidad.


Uno de los hermanos de su iglesia lo había recomendado ante el Consejo Académico y había enviado algunos videos del joven tocando el. Tenía de verdad un talento puro. Benjamín era uno más de los niños que esa Iglesia ayudaba en aquel barrio marginal. El pequeño “benja”, como le decían cariñosamente, era humilde y tenía muy pocas posibilidades de romper el maldito círculo de la pobreza.

La Iglesia, en ese afán caritativo, había creado un comedor abierto y a varios de esos niños los apadrinaban los hermanos, muchos de forma anónima para cumplir aquel precepto religioso de que “tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda”. Entre esos niños apadrinados estaba Benjamín quien desde los 6 años había recibido la caridad de la congregación, hasta terminar su enseñanza secundaria, donde se había graduado con altas calificaciones. Sin embargo, la Iglesia no tenía recursos para seguir ayudándolo y después de su licenciatura de cuarto medio, Benjamín había quedado a la deriva, solo con el viejo violín que su anónimo benefactor le había regalado para su graduación. De hecho en la carta que venía al interior del estuche de ese instrumento decía:

“El antiguo dueño de este instrumento no se separó nunca de él, hasta ahora, que vió en ti un talento digno de seguir sus pasos. No te separes del violín y ejecuta sus notas pensando siempre en que serás un fiel heredero digno de tocarlo.

Con afecto,

Le’ Baldoi

Mayo de 1986”.


Cuando Benjamín cumplió 18 años, recibió la visita de su padrino. Un hombre mayor, que pocos habían visto. Los hermanos de la Iglesia hablaban de él como un sabio Pastor, un Anciano Consejero al que acudían para buscar la guía espiritual necesaria al momento de enfrentar los problemas propios que tenían al interior de la Congregación. El Pastor Le’ Baldoi ya casi no frecuentaba la Iglesia por sus avanzados años.


Le’ Baldoi era un hombre bondadoso, siempre preocupado de hacer obras de caridad. Entre ellas había creado el comedor donde asistía el pequeño Benjamín. Allí Le’ Baldoi se dio cuenta de que el niño tenía un “maravilloso don”. Podía escuchar una melodía y en unos pocos minutos repetirla en cualquier instrumento, especialmente el violín.

Poco a poco el Pastor Le’ Baldoi fue incentivando a Benjamín con la estrategia de mantenerse anónimo en su aporte. Así consiguió ganarse incluso la confianza de la familia. Finalmente todos se bautizaron en la Iglesia de Le’ Baldoi y se transformaron en fieles seguidores de Dios. Era curioso que al menor de los niños hubieran nombrado como Benjamín, igual que el menor de los hijos de Jacobo, decía el Pastor Le’ Baldoi. “Cuando mi Dios lo quiera te mandará una señal Benjamín, tienes que estar atento para escuchar su llamado” le dijo aquel día Le’ Baldoi, intuyendo que el niño, además del don de la música, tenía también ciertas cualidades espirituales especiales. Le’ Baldoi, que tenía contactos e importantes influencias, logró la ansiada beca de estudios universitarios. Ese día, Benjamín viajó por largas seis horas en tren hasta la Universidad. En la estación lo esperaba, en persona Le’ Baldoi, quien lo acompañó hasta las puertas del inmenso campus que se encontraba a 14 kilómetros entre las montañas y bosques del sur.

El campus estaba delimitado por frondosos pitosporos que hacían de cierre natural. Un par de columnas de ladrillo y un portal con una reja de fierro decía en Latin “Scientia et spiritus in corde hominis”


Al ingresar por ese portal, por la que se convertiría en su “alma mater”, Benjamín sintió de inmediato un peso en el pecho como si alguien lo abrazara con fuerzas. Era la emoción de ser el primero en su familia en entrar a la Universidad, y más aún, a estudiar lo que le gustaba. Esos factores lo tenían preso de una extraña mezcla de sensaciones y unas incontenibles ganas de llorar.

-Hasta aquí llego yo, dijo Le’ Baldoi, estrechando la mano de su “ahijado”. Recuerda lo que hemos conversado y esfuérzate por ser un buen siervo del Señor. Desarrolla todo tu talento en la música, para la Gloria mi Dios y amén”,- repitió antes de subir nuevamente a su vehículo y alejarse por el pedregoso camino.


En la puerta de la Universidad lo recibió el mismo Rector.

-Así que tú eres el prodigio de la música del que tanto me habló Le’ Baldoi.- le dijo mientras lo abrazaba, haciendo luego un ademán para que caminaran juntos por la alameda de almendros y ciruelos que formaban un hermoso túnel multicolor.


Un asistente tomaba la vieja maleta que llevaba el joven con sus escasas pertenencias entre ellas el viejo violín. No – le dijo Benjamín- El violín lo llevo yo. El Pastor Le’ Baldoi lo que más me ha encargado es que no me separe de él, es una reliquia antigua”, dijo amablemente el joven.


-¿Sabías que el Pastor Le’ Baldoi fue rector de esta Universidad?, dijo el Rector. De hecho nos conocimos cuando llegamos a estudiar Teología acá hace muchos años.

-Cuando nos licenciamos, Le’ Baldoi se quedó trabajando haciendo ayudantías en el ramo de “Sociología de la Investigación” y después se transformó en uno de los profesores más destacados. Hizo unos doctorados en el extranjero y se especializó en Arqueología. Estando en Tierra Santa hizo varios descubrimientos junto a un equipo de arqueólogos en una de las Cuevas del Qumram; allí se obsesionó con las sectas antiguas como la de los Esenios y los Druidas Celtas, estudios que finalmente lo llevaron a perfeccionarse en la Demonología.

-Así llegó a ser Decano de la Facultad de Teología y después Rector de la Universidad. Pero fueron precisamente esos estudios de los demonios antiguos, lo que lo hizo renunciar y pedir estar en la calle, allí es donde se libra la más fiera de las batallas entre el bien y el mal.

-Le’ Baldoi tiene un especial don y eso, me dijo, es lo que vió también en ti. Así como tú eres un genio musical, él es un genio espiritual. Tú puedes escuchar y leer la música con oído absoluto y privilegiado; él puede escuchar y leer los corazones puros. El pastor Le’ Baldoi ha reclutado a muchos niños como tú en todos estos años y me los ha mandado a la Universidad. Cada uno con distintos talentos en diferentes áreas, la música, las letras, la pintura, la ciencia, la medicina, pero todos con un factor común. Todos nacieron con una conexión especial al mundo de los espíritus.

Antes de ingresar formalmente a la Universidad, es mi deber explicarte que tienes dos caminos, uno, ingresar como alumno normal al Conservatorio y terminar tus estudios sin ninguna otra responsabilidad y dos; además de la música, especializarte paralelamente en otros estudios más espirituales y prepararte para otras tareas más duras, concluyó el rector mientras seguían caminando por ese túnel de árboles que parecía interminable.


Benjamín no entendía absolutamente nada. Estaba recibiendo una avalancha de información que no sabía cómo asimilar o cómo dosificar. Su mente comenzó a retroceder en el tiempo como si se tratara de una secuencia de imágenes que ahora estaban cobrando sentido. Flash!!, estaba pequeño y soñó como uno de sus tíos era detenido por la policía, dos días y el sueño se hizo realidad... Flash!!, estaba solo en la sala de música de la iglesia, tocando el violín, ensayando una pieza cuando el piano del altar comenzó a seguir la misma melodía. La iglesia estaba cerrada.


-Es necesario que sepas ahora lo que te espera. Te prepararemos en la música, pero a través de la música serás un soldado de nuestro Dios y cuando salgas al mundo, la batalla la harás con la música, teniendo como arma y escudo tu violín.


-¿Voy a ser exorcista? Preguntó Benjamín incrédulo.


-Ja ja ja ja ja ja ja, (la fuerte carcajada silenció hasta a las aves que trinaban en los arboles del campus), No, nosotros no trabajamos en exorcismos, nosotros vamos más allá de eso, pero ya lo aprenderás.


Benjamín como era de suponer, decidió involucrarse completamente en el desafío, tal como lo habían preparado el Rector y Le’ Baldoi. Rápidamente comenzó a dar conciertos y hacer ayudantías de música, mientras en las tardes, bueno, en las tardes estudiaba, al igual que su mentor, el pastor Le’ Baldoi, a los demonios de la antigüedad. Y así, casi sin darnos cuenta, ya habían pasado casi cuatro años desde ese primer acercamiento a los secretos más ocultos de la Teología y sus aristas más escondidas. Benjamín estaba en uno de los prados, leyendo uno de esos libros al que solo un pequeño grupo de elegidos tenía acceso cuando...


****************

“Satanás o el Diablo, tenía varios nombres, Lucifer, Belial, Samael,, «antigua serpiente», «gran dragón», «Jaldabaoth», «el dios negro», «el dios de este siglo» y «el padre de la mentira», Belzebú, incluso muchas veces usa anagramas con esos nombres y más aún, que había estudios demonológicos que indican que cada uno de ellos es en realidad era un demonio diferente.

También descubrió que así como en el lado bueno existen los Ángeles, Arcángeles, Serafines y Querubines, en el lado oscuro existen los diablos y demonios y tienen también diferentes categorías, cada uno de ellos en distintos niveles de maldad. Esos niveles de maldad hacen que su peligrosidad sea proporcional a la cercanía con el nivel más alto, es decir, con el Diablo.


Asmodeus es un demonio católico pero que también se reconoce y menciona en el Talmud, la antigua Ley Hebrea. Este demonio se relaciona al sexo, la lujuria, la sensualidad y por eso se le invoca en los rituales que incorporan orgías sexuales.


Balaam fue un personaje bíblico mencionado en el antiguo testamento. Balaam fue profeta de la religión de Mesopotamia. Este profeta fue enviado a maldecir al Pueblo de Israel, pero el poder de Dios hizo que el asno que montaba hablara y así Balaam fue obligado a bendecir siete veces en vez de maldecir. Con la tradición oral, Balaam fue ascendido al nivel de demonio y se le relaciona con los altos poderes políticos y económicos usando la avaricia y la codicia como principal arma. A este demonio se le confunde muchas veces con Baal, pero son diferentes.

Otro de los demonios peligrosos es conocido como “el Gran Duque del infierno”, su nombre es Astaroth, está a solo un nivel de la alta jerarquía demoniaca donde se encuentran lucifer y Belcebú. Este demonio es peligroso porque su principal arma es la seducción a través de la vanidad, la filosofía, ensalzar el ego, la pereza.

Azazel, dirigió las huestes de ángeles caídos que ayudados por Asmodeus, sembró en las mujeres mortales la semilla de la lujuria. Los demonios de Azazel concibieron hijos con las mujeres mortales y de ahí nacieron las razas de gigantes. Este demonio fue el que le enseñó al hombre cómo fabricar armas de guerra y a las mujeres las inició en el ocultismo como sacerdotisas.


Behemot o también conocido como Bégimo, es uno de los demonios más poderosos de la alta jerarquía diabólica, tiene un origen hebreo y posee la capacidad de transformarse a voluntad en cualquier animal. Casi siempre elige ser elefante o un hipopótamo.


Así como existe el Gran Duque del Infierno, también está el Marqués del Infierno, se trata de Cimejes. A este demonio le gusta caracterizarse como un enorme guerrero gigante.


Cimejes cabalga un caballo negro de ojos rojos y herraduras y dientes de oro. Casi siempre está acompañado de legiones de demonios que lo sirven. Este demonio es el guardián y protector de los espíritus africanos.


Hablando de vudú, encontramos a Damballa, uno de los demonios primitivos y se le asocia al origen del vudú africano. Es sigiloso, es lento, pero no hay que confiarse porque puede realizar también movimientos veloces.


De África viajó con los esclavos hasta centro américa, por eso tiene cierta relación y linaje con la santería y el vudú americanos. Se dice que la palabra "zombi" deriva de la palabra "nzambi", referida a este demonio.


El Príncipe de los demonios, según el cristianismo y principalmente el catolicismo, es Beelzebub, Belcebú o Belzebú. Al parecer este nombre tiene un origen en el idioma que ya hablaban los antiguos babilonios, "Ba'al Zvuv" que significa "El Señor de las Moscas". Puede adoptar otros nombres, pero podría ser el segundo en jerarquía si pensamos que el primero y más peligroso es El Diablo.

****************


-Buen libro estás leyendo.- dijo Abner.

-¿Lo conoces? Preguntó Benjamín

-Si, ya lo leí, respondió Abner

-¿Eres de los nuestros? Increpó Benjamín, ¿Por qué no me habías dicho antes?

-Porque no era aún el momento. Pero ahora sí.

Abner era un estudiante de la Universidad como Benjamín. Hacía un par de meses que había llegado al parecer cuando a su padre lo trasladaron a la zona.

- Mira Benjamín, lo que te voy a confesar es grave y peligroso. Debes prometer no contarle a nadie, de verdad que es muy, muy malo.

-Abner, me estas asustando, te juro que no contaré nada a nadie, pero explícame que pasa.

- ¡¡¡No jures!!!, me basta con una promesa.

- A mí me mandaron a la Universidad para cuidarme. Yo no estudio nada, por eso no me ves en el día. Estoy encerrado, leyendo, durmiendo, escuchando música. Así te conocí. Es decir, te escuché ensayando, siempre te ponías frente a la ventana a tocar. Por eso decidí hablarte y nos hicimos amigos. Eres el único amigo que tengo aquí.

- ¿Por qué dices que te mandaron para cuidarte?

- Yo era del norte, mi familia es del norte y tiene mucho dinero, mi padre es un empresario millonario que heredó la fortuna de mi abuelo. Yo lo tenía todo, lujos, comodidades, mujeres, drogas, todo.

Buscando experiencias nuevas un día me invitaron a una especie de reunión con un grupo de amigos. Al principio era como un juego, pero finalmente la realidad fue otra. Era una Secta Satánica. Hacíamos nuestros rituales en el desierto. Poco a poco me empecé a involucrar más en la dirección de esa Secta y terminé como uno de los cabecillas. Todo eso que leíste, todos esos demonios existen. En esa secta primero empezamos con cosas simples pero después a medida que fuimos involucrándonos más, subimos el nivel de los contactos y de las invocaciones. Pero así también subió la complejidad de las cosas que nos pedían. Primero eran animales, después seres humanos.

-¿Quéeee? ¿me estás hablando de sacrificios?

-Sí, bebés que iban a ser abandonados, o mendigos que nadie iba a extrañar o reclamar.

-¿Y cómo nadie los denunció?

-Porque hacíamos todo oculto, sin dejar rastros.

-¿Y qué pasó después?

-Cuando decidí salirme ya era demasiado. Uno de nosotros salió del desierto y se fue cerca de Valparaíso. Lo descubrieron. A partir de eso mi familia se contactó con la Universidad y aquí estoy. Sólo aquí estoy protegido. Si salgo fuera de los límites de la Universidad, “ellos” me van a llevar.

-¿Ellos, quienes?

-Mira, quédate acá y observa.


Los dos jóvenes estaban sentados en una pequeña banca bajo un viejo farol que iluminaba con una tenue ampolleta amarilla a su alrededor.

A sólo unos metros estaba la reja de alambres sobre una pirca de piedra que indicaba el límite oeste del campus.

Era una noche cálida de primavera.

Cuando Abner se levantó del rústico asiento, el cielo estrellado extrañamente se nubló con una espesa niebla como la de las calles de Londres.

El muchacho caminó lentamente hacia la pirca de piedra y a solo un par de pasos de llegar, unas extrañas sombras comenzaron a bajar de los arboles cercanos y se posaron en las ramas cercanas, como si estuvieran al acecho de su presa.

Abner caminaba de un lado a otro de la cerca y, las sombras lo seguían. Era como si el joven los estuviera desafiando, como si jugara con esas extrañas sombras que parecian tener vida propia.

Al cabo de unos minutos se devolvió al asiento y dijo:

-¿Te das cuenta? ¿los viste?, por eso no puedo salir de aquí. No sé hasta cuando, pero mi papá me dijo que estaba buscando a los mejores psíquicos, sacerdotes y pastores para poder luchar con ellos.

Benjamín no daba crédito a lo que estaba pasando. Era precisamente tal como se lo habían enseñado. Por su mente pasó la idea de ser él quien se enfrentara a esos seres para “liberar” a su nuevo amigo, pero como si sus pensamientos se hubiesen escuchado en voz alta, Abner le dijo: “ni lo pienses, tu aún no estás preparado y por favor no se lo digas a nadie, ni al Rector y menos al Pastor Le’ Baldoi”.

Abner y Benjamín comenzaron a caminar lentamente, en silencio hacia los dormitorios. A mitad del prado como era de costumbre, se despidieron. Abner a su pieza que quedaba en el edificio opuesto a la de Benjamín.

Pasaron los días y Benjamín no podía sacar de su mente aquella tenebrosa experiencia así es que decidió romper su promesa y contarle lo ocurrido al Rector y al pastor Le’ Baldoi que ya le había anunciado que lo iría a visitar.

Pero algo hizo que antes de confesar el encuentro con esos seres, Benjamín fuera a buscar a Abner para contarle su plan. Llegó a la recepción del edificio B donde Abner tenía su dormitorio. Buscó en la lista de estudiantes que estaba pegada en la pizarra y cuál fue su sorpresa, no figuraba ningún alumno de nombre Abner. Atónito y desconcertado caminó por el prado del Campus.


-¿Qué te pasa Benja? – preguntó Eliel, uno de los compañeros de Benjamín.


-Eliel, hace unos días pasé por aquí con un estudiante nuevo, tú estabas sentado allí (indicando uno de los mesones del prado), te ví, pero no te saludé porque iba conversando con él, con Abner. ¿Lo recuerdas?


-Benja, si me acuerdo, pero ibas caminando y hablando solo. Pensé que escuchabas una de tus grabaciones de violín, pero ibas solo.

Benjamín quedó aún más sorprendido. Rápidamente fue a la oficina de admisión para hablar con Noemí, una de sus amigas y que era Secretaria Académica de la Universidad. Sin entregar mayores detalles le pidió buscar el nombre de Abner como alumno.

-No Benja, no hay ningún Abner matriculado este año

-¿Cómo, ninguno? ¿Y antes?

-A ver, déjame revisar. Esto te va a costar caro, mínimo una invitación al cine, sabes que arriesgo mi trabajo con esto Benja, - dijo Noemí.

-Si, está bien, cine, teatro, conciertos, lo que quieras, pero busca a cualquier Abner por favor, - insistió desesperado.

Abner, Abner, Abner, Abner,.... Benja... encontré uno, ¿de hace 50 años?. Pero la hoja de vida del estudiante dice que murió. En realidad se suicidó, o sea, nunca se supo que pasó, lo encontraron enredado por el cuello en los alambres de la reja del lado oeste, se llamaba Abner Le’ Baldoi.

Benjamín no daba crédito a lo que había descubierto. Caminó lentamente hacia el mismo lugar donde había conversado con Abner hacía sólo unos días. Caía el ocaso en el Campus de la Universidad. Casi de forma inexplicable sintió el impulso de tomar su violín y cuando abrió el viejo estuche, encontró bajo la cubierta de terciopelo un pequeño trozo de papel amarillento que se asomaba en una esquina.

“Llegará el momento en que entenderás todo, las notas de este Violín surgirán desde los más oscuros rincones del inframundo, viajarán por tus dedos y saldrán como dulces melodías por sus cuerdas. Sabiendo esto, tendrás el mundo a tus pies, este y el otro mundo.

Con afecto,

N.P. 27 mayo 1840.”

 
 
 

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