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BITACORA OVALLISTICA: El fútbol no es lo mío

  • Foto del escritor: Francisco Javier Ovalle Reinoso
    Francisco Javier Ovalle Reinoso
  • 18 dic 2024
  • 6 Min. de lectura

Mi amor y desamor con el fútbol (Primera Parte)

Yo quería ser arquero, como mi papá y como mi abuelo. Crecí escuchando historias añejas y lejanas de como mi abuelo paterno y después mi papá, hacían acrobacias en el arco, parece que de ahí venía el apodo familiar "El Loro Ovalle" y digo historias lejanas porque probablemente al tener la imagen de mi papá de lejos, con mayor razón quería hacer algo que cuando se enterara, pudiera sentirse orgulloso de mi.

Yo además era gordito, (nunca he dejado de serlo) y siempre en el barrio me ponían al arco, así es que un poco resignado y un poco entusiasmado, ponía lo mejor de mí para ser un buen arquero.

Bueno, la cosa es que era re malo "pa la pelota" pero aun así y siguiendo a mis amigotes de la esquina, probé en un club de barrio, me inscribieron, me ficharon y yo ya me creía una estrella, sobre todo el primer domingo que me tocaba jugar. Me conseguí zapatos con "toperoles" y en un bolsito viejo puse una toalla y un jabón, solo para llevar algo en las manos a la cancha.

Seguramente el profe pensó "con este gordito no pasa ninguno" asi que me pusieron en la defensa, camiseta roja con rayas verticales negras y un tremendo número 4 en la espalda. Sonó el pitazo inicial y allí andaba yo, en la delantera, de mediocampista, de lateral, donde iba la pelota, allá corría como enfermo, metiendo cuerpo y botando en el camino a cualquiera que se me cruzara, más parecía carrera de rugby que defensa de futbol. Lo menos que hice fue quedarme donde me dijeron, no sabía jugar a nada. Cada cierto tiempo miraba de reojo al borde de la cancha y veía que todos estaba felices, el entrenador, mis compañeros, en la banca, veía que el Profe me decía con las manos que corriera al arco y por la otra banca, la del otro equipo, me decían que siguiera así, detrás de la pelota. Yo juraba que era porque lo hacía bien. La verdad sea revelada, estaban mas que felices, en realidad solo se reían a carcajadas de mi ignorancia futbolística.

Fue tal el espectáculo que ya el resultado daba lo mismo, no me sacaron en todo el primer tiempo. Si hasta el entrenador del otro equipo fue a sentarse a la banca con mi profe y abrazados se reian del gordito que andaba corriendo como loco en la cancha.

Bueno, la cosa es que en mi defensa le dije al profe con toda la pachorra y seguridad de un mocoso de 10 años... "yo soy arquero"...... así es que al segundo tiempo me ponen al arco. De entradita, le pongo el cuerpo a un delantero, voló por encima mío y pitaaaazooooo!!!!! Penal cobró el árbitro. Y ahí estaba yo, con mi grueso cuerpo de niño aficionado al pan esperando el puntapié desde los doce pasos. El otro jugador, el mismo flaquito que le había hecho la falta, se acomoda y parece que la calculó, la puso de un certero patadón, allí donde es más difícil clavarla. Me dio en pleno "hocico". Atajé el Penal, empatamos, mi equipo feliz, el profeso feliz y yo con una bolsa de hielo en la cara llorando "pa' la casa". Nunca más jugué a la pelota, fue un romance fugaz, como un amor de verano. El dolor fue doble, en la cara y en el amor propio, así es que me divorcié del futbol y de la pelota.

Después de muchos años, traté de hacer las paces, traté de reconciliarme, pero eso es para otro capítulo, de cómo llegué a ser árbitro federado, sin haber jugado nunca a la pelota

 

Cómo llegué a ser árbitro de fútbol   (Segunda Parte) 

Sí, y árbitro “federado”. Pero todo tiene una explicación.

Primero hagamos un resumen, después del pelotazo en la “jeta” y la humillación monumental, colgué los botines con “toperoles”, en realidad no los colgué, porque me dio por ser ciclista así es que con una sierra le corté los estoperoles y los dejé planos como eran las zapatillas de ciclista (pero eso da para una tercera parte de estos relatos de deporte).

En esa misma época ya conocía el fútbol, el cóndor sosteniendo una pelota en las garras con las alas extendidas estampado en los banderines qué tenía mi tía Nena en la casa de la Arturo Prat, de hecho con ella fui a mi primer partido profesional, Trasandino /Colo-Colo. Mi abuelo fanático del cacique tenía un banderín con las imágenes del mítico equipo del 73 con Scutti entre ellos, hasta con la firma de algunos jugadores, así es que el deporte rey, la pasión de multitudes, sumado a lo que siempre escuchaba no me eran ajenos, pero el trauma del pelotazo fue como una lesión de por vida que me alejó de las canchas (dirían en jerga futbolera).

Pasaron los años y tuve otra cercanía con el fútbol, pero esta vez detrás de un micrófono. A los 14 años me aceptaron como aprendiz de locutor en una radioemisora y mi primer “trabajo” fue estar todos los domingos en la radio mientras estaban en las transmisiones de los Estadios. Yo escuchaba las radios  mas “grandes” y cuando había un gol lo tenía que informar así en una guía que me había hecho el jefe:

Alarma de gol en____________ (aquí va el nombre del estadio)

A los ______________________(acá van los minutos del partido)

Anota para ________________ (aquí el equipo que marcó el gol)

 El número ________________(aquí el nombre y número de camiseta)________ para el local y ______ para la visita  (aquí el resultado parcial)

 

Así pasaron varios años, aprendí a hacer puestos de cancha, aprendí la jerga del futbol, aprendí a detectar una posición de adelanto y en mas de alguna oportunidad me las di de comentarista, aunque siempre hice la diferencia, mi pasión “EN” el fútbol versus la pasión “POR” el fútbol. Esa pasión en el fútbol estaba detrás del micrófono asi es que luego en las ligas profesionales de los medios de Comunicación, he sido por años Locutor Comercial en partidos, desde los Estadios y también desde los Estudios.

Ahh… claro, lo de árbitro.  Llegué a Llay Llay a trabajar a una radio. Mi padre ya jubilado dedicaba su tiempo entre hacer clases de Tango y ser secretario de la Federación de Árbitros de la Comuna. De vez en cuando para no perder el toque, decía, se vestía de negro y se iba a las canchas a arbitrar.

Un día me pidió como favor que le ayudara a ordenar la Secretaría de la Asociación y a pasar en limpio las actas y algunos informes y documentos. Entre los papeles encontré el Reglamento del Futbol y me puse a leerlo, de puro curioso no más. Mi papá me pasó un cuestionario y me dijo que lo respondiera. Parece que lo hice bien porque lo miró, lo revisó, me pidió una foto tamaño “carné” con fondo blanco, la “corcheteó” con el cuestionario y a las pocas semanas tenía en mis manos una credencial y un diploma que acreditaba que era Árbitro Federado, con autorización para ser Veedor (turno le llaman también), guardalínea (hoy se llaman árbitros asistentes) y por supuesto árbitro titular.

De más está decir que nunca pisé una cancha vestido de negro ni con tarjeta en mano, salvo una vez que fui de Turno Veedor a un partido Amateur en representación del Club deportivo que dirigía mi ex suegro. A un pelotudo se le ocurre acariciar al árbitro en las canillas y como yo tenía “carné” de árbitro, me pidieron que entrara a la cancha.

Cobré una falta que no había sido falta según los jugadores, el problema es que para equilibrar, cobre otra falta al equipo contrario y ahí se fue todo a la cresta.

"Cobré una falta que no existió para equilibrar un cobro equivocado..."
"Cobré una falta que no existió para equilibrar un cobro equivocado..."

Yo corría por la cancha y detrás mío hasta los aguateros tirándome botellas de cervezas. Logré subirme a la camioneta y arrancar, pero con la frente en alto, total esta era la segunda vez en mi vida que lograba conseguir lo más difícil en el fútbol, que ambos equipos se unieran, que se pusieran de acuerdo, que dejaran de lado sus diferencias históricas, la primera vez para reírse de un gordito despistado y la segunda, para intentar linchar al flamante árbitro federado. (lo del ciclismo y la gimnasia olímpica en el liceo, se los cuento en la tercera parte, espero que no pasen cuatro años como ahora)

  

 
 
 

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